Romina Calderón
Romina es danzante, profesora de autoformación e intérprete de danzas africanas, y específicamente de danzas de Guinea, en una compañía dedicada a este repertorio. Resumiendo el sentir de varias referentes de la danza afro en Valparaíso y más allá, para Romina hablar de su trayectoria “es recordar una escuela de vida… No es una academia, no es una institución. Es algo que nosotros elegimos, un camino…”
Su propio camino con las danzas de Guinea se inició en 2010, aproximadamente, cuando en un evento de danza en la plaza Sotomayor de Valparaíso vio bailar a Susana González y “algo se prendió” dentro de ella:
“…yo no conocía esto, entonces sentí los tambores, sentí este lenguaje, con la danza, y yo aluciné. En ese tiempo, con mi pareja, yo me fui así como tarareando, ‘tutún, tutún, tutún’. todo el viaje a la casa. Y me dijo ‘Tú estai pintada para esto. Como que eso es lo tuyo.’”
Poco después, y sin mayor conocimiento o experiencia previa en el ámbito de la danza, Romina se presentó a la convocatoria para un taller de formación en danza africana que iba a dictar Susana en la sede porteña del centro cultural Balmaceda Arte Joven. Durante la audición, Susana preguntó qué era lo que la motivaba a querer participar del taller, y, como recuerda Romina, su respuesta emocionó a Susana y le aseguró un cupo en el taller:
“…yo le comenté esta misma historia. Te vi, los vi, algo se movió; yo vengo de criar, no sé, de la típica vida de la ciudad, en la que trabajas, crías, y si es que estudias… Y para mí fue como una ventanita, ¿ya? Como para descubrir algo. Una búsqueda que yo creo que ya llevaba mucho tiempo en mí.”
Lamentablemente, la formación dirigida por Susana, en la que Romina se sumergió apasionadamente, tenía fecha de término. Impulsada por su deseo de seguir profundizando en la práctica danzaria de raíz africana, Romina se comunicó con los/as compañeros/as con quienes había compartido el taller para crear un colectivo en el que pudieran seguir bailando en conjunto, en la medida de sus conocimientos y de las posibilidades de funcionar como colectivo: “desde la pasión, y desde el fueguito que se nos prendió a todos, continuamos con unas prácticas, pero así como súper colectivas, una cosa comunitaria muy libre.”
Ese primer colectivo del que participó Romina se llamó Chiriguó, por la similitud de esa palabra con un canto que se repetía en una conocida canción africana, y funcionó por algún tiempo con talleres y peñas al alero de la Universidad de Playa Ancha, que puso a disposición un espacio. Posteriormente, Romina también participó de la formación de la Bandada Movilizada, antecedente de lo que con posterioridad se transformaría en la Conga Comparsa La Kalle:
“…posterior a la revolución pingüina y todas estas revoluciones que hubieron, universitarias y de la educación, salió la necesidad de que a través del arte pudiésemos expresar nuestra rabia… nosotros estábamos en este grupito en la UPLA, en la UPLA coincidían otras agrupaciones también… Y se hizo el discurso para hacer la primera Bandada Movilizada… Y ahí participamos nosotros, con este colectivo, que fue, me parece, una de las primeras agrupaciones como más populares…”
Después de su primera formación con Susana González, Romina continuó aprendiendo sobre danzas guineanas con dos alumnas de Susana, “Chani” y “Choti” (Ángela Melo), y también participó por algunos años en la agrupación de esta última, Afroplay. En su proceso de aprendizaje, también llegó a las profesoras Edel Deleris y Bárbara Michaelsen, en Santiago, estudiando aplicadamente para poder dedicarse de lleno a esta práctica que la apasionaba. Pronto comenzó también a compartir sus conocimientos en su propia escuela, Afro Ensambles, la que desde el inicio tuvo como sello la práctica danzaria en el espacio público.
“…aquí en Valpo, claro, estaba solamente la Chani, como de forma regular. Pero no existía un espacio popular. Y yo tenía muchas ganas de transmitir esto, y a la vez también era mi forma de practicarlo… Empecé a hacer un taller en la plaza El Descanso, de forma gratuita, en la que convocaba —estuve como dos años así— a toda la gente que quisiera tocar, aprender…”
A pesar de la precariedad de danzar en la calle, así como de la falta de músicos/as que conocieran el lenguaje musical guineano, lo que obligaba a que “champurriaban un poco la cosa”, Romina se mantuvo por muchos años dando los talleres de Afro Ensambles, primero de forma gratuita y luego a precios populares. Desde el inicio, una de las motivaciones principales era, precisamente, poder bailar en conjunto y compartir experiencias que no solo son escasas en otros ámbitos de la vida cotidiana, sino que reflejan otras formas de relacionarse y aprender colectivamente:
“Lo que más nos convoca en un principio es esto de la comunidad. Esto de que nos danzamos juntas, que nos reímos, que experimentamos, a pesar de que a lo mejor no están los conocimientos… los fundamentos de la cultura que estamos estudiando… También yo creo que es transversal ahí el tema de cómo nos relacionamos, de cómo nos autogestionamos… Cómo nos nutrimos, nos retroalimentamos en una cultura donde no nos enseñan eso po. Donde aprendemos desde la autoridad, desde el ‘Siéntate’, desde el ‘Yo te enseño’, desde la jerarquía…”
Posteriormente, Romina tuvo la posibilidad de viajar, tanto dentro de Latinoamérica —a Colombia, específicamente— como a África, donde pudo aprender más de la danza y cultura guineana. Gracias a su trayectoria en estas danzas, y aparte de seguir dando clases en distintos espacios porteños, Romina también pudo integrar el Ballet de danzas africanas Namuñi Fare, dirigido por el maestro guineano Banagaly Sylla, además de, recientemente, la Compañía AfroFlúor, dirigida por la bailarina santiaguina Florencia Valdés.
Círculo de conversación realizado en Sala Pascal 79, Valparaíso, 16 de enero de 2023