Cruces y conexiones entre Concepción y Valparaíso

Esta breve sección quiere servir de puente entre las experiencias en torno a la práctica danzaria afro en Concepción y Valparaíso, identificando algunos cruces y puntos de conexión entre ellas. Estos se cristalizan, sobre todo, en las redes y experiencias del Centro Cultural AfricAmérica, de Concepción, y el centro cultural porteño Ilú Lafkén.

En primer lugar, a partir de los conceptos de comunidad y territorio abordados en esta investigación observamos que en ambas ciudades existen experiencias ligadas a la gestión y a la capacidad de construir o habilitar espacios físicos donde continuar y desarrollar sus proyectos culturales artísticos y sociales. Tanto AfricAmérica como Ilú Lafkén dedicaron buena parte de sus gestiones a concretarse como centros culturales y administrar un espacio físico que acogiera sus actividades formativas y de difusión artística.

En el caso de AfricAmérica, la administración de la casa que este centro cultural arrendó cerca del centro de Concepción fue una experiencia intensa que dejó una imborrable huella en la escena afro de la ciudad. Son recuerdos emblemáticos las clases de profesores y profesoras invitados/as a modo de capacitaciones para las/os integrantes del centro cultural, así como los extenuantes ensayos que las diferentes agrupaciones allí residentes efectuaban.

En el caso de Ilú Lafkén, Karla Robles y Oscar “Pollo” Verdugo vivieron como familia en la toma Violeta Parra, en el sitio donde como colectivo querían que se concretara la sede física del centro cultural. Finalmente, y debido, principalmente, a la incomprensión de parte de los demás habitantes de la toma, el proyecto no se concretó, pero sí la casa de Karla y Oscar sirvió muchas veces como oficina, bodega y taller de la agrupación.

Otro punto importante de conexión es la especial dedicación de estas dos agrupaciones a lo que sería la “correcta” ejecución de las danzas y músicas de raíz afro, para lo cual no escatiman en tiempo y energía para la investigación y para la realización de extenuantes ensayos, muchas veces de manera diaria, sobre todo cerca de las fechas de muestras o performances. Sin duda, la mayoría de las agrupaciones que hemos abordado en el marco de este proyecto llevan una práctica muy dedicada en busca de una correcta ejecución de los repertorios a cuyo cultivo se dedican. Sin embargo, en las experiencias de los dos centros culturales nombrados vemos cómo este objetivo está colocado al centro de todas las motivaciones.

Dentro del terreno de la investigación, el tomar y dar clases es una dinámica que envuelve el flujo de dinero, viajes y otras gestiones, involucrando a veces esfuerzos colectivos para posibilitar el aprendizaje de una persona que luego pueda transmitir sus conocimientos a las demás, siempre con el fin de lograr una buena performance y así mantener el grupo cohesionado. De esta manera, la responsabilidad de la buena ejecución —siempre con los altos estándares de los ejecutantes “de raíz” de cada una de estas expresiones— es asumida como un fin colectivo. Quizás es en este interés, colocado casi en el primer lugar, donde radica la diferencia con las agrupaciones más jóvenes, cuya principal motivación a veces está más centrada en el trabajo comunitario, irrumpiendo con fuerza comparsas más masivas con un fuerte discurso político.

Por otra parte, es común también el lugar preponderante de la música en ambas instancias. Tanto las clases como las presentaciones dependían bastante de la música en vivo y de la disponibilidad de los/as músicos/as, quienes formaban parte de los colectivos, participando en la toma de decisiones, así como del uso de espacios y del reparto de los dineros obtenidos. Sin embargo, pareciera que en los dos centros culturales los grupos musicales ya estaban formados previamente a la formación de estas agrupaciones como centros culturales. Al mismo tiempo, se puede ver esta dependencia y respeto hacia la música y sus dinámicas en las referencias a las que estas asociaciones adscriben, sean estas sus maestros/as o sus agrupaciones de referencia. De alguna manera, la relación entre músicos/as y danzantes en las agrupaciones más actuales presenta otra manera de relacionarse, de nuevo, más centrada en la noción social y comunitaria que la estrictamente funcional.

Otra conexión que vemos entre las experiencias en torno a las danzas y músicas de raíz africana en Concepción y Valparaíso se refleja en la “diáspora” generada por los movimientos de ida y vuelta entre estas ciudades. A modo de ejemplo, durante algunos años la danzante Camila Delgado y el músico Cristian Barria se van de Concepción y se establecen en Valparaíso, dónde participan de Kucheza y otros proyectos asociados a Ilú Lafkén, siendo ambos muy importantes en el desarrollo artístico de la agrupación. Ambos siguen cultivando la danza y música afro en sus proyectos personales en distintas ciudades del país. De igual forma, en la edición 2012 del Festival África en América Ilú Lafkén fue invitado a mostrar su trabajo, causando una muy buena impresión por su profesionalismo y la variedad de su repertorio. De esta manera, durante el funcionamiento de estas dos colectividades siempre hubo entre las dos ciudades un tránsito de personas que ponían a disposición sus conocimientos. De la misma manera, desde Valparaíso no son pocos los exmiembros de Ilú Lafkén que transitan, por ejemplo, hacia ciudades como Arica e Iquique, nutriendo y nutriéndose con las agrupaciones existentes en dichas ciudades, y definitivamente construyendo familias y comunidad alrededor de sus trabajos artísticos. Tal es el caso de Kati Foxon, quien habiendo sido parte de Ilú Lafkén se radica en Arica por un tiempo, construyendo ahí su familia, en ese momento, con otro exintegrante de la misma colectividad, y siendo un aporte a la vida artística afrochilena de esa ciudad. Actualmente sigue activa, esta vez de vuelta en Valparaíso. Lo mismo ocurre con Su Varela, quien fue parte de la agrupación Bandelé de Iquique y actualmente desarrolla su carrera de cantante y gestora en la ciudad de Iquique, luego de haber sido una participante activa de Ilú Lafkén en Valparaíso.

Creemos que estas conexiones interterritoriales de las/os danzantes y artistas de lo afro han asegurado una conexión distinta con los materiales culturales. A diferencia de otras dinámicas en donde la relación entre maestra/o y discípula/o es parte importante de la formación, en los casos descritos parece primar la intención de nutrirse de la mayor cantidad posible de referentes, incluso en la relación de estas agrupaciones con cultores y profesores que ellos llaman “de raíz”. Vemos en estos tránsitos interterritoriales una operación más colaborativa y colectiva que refuerza a futuro el trabajo comunitario de las agrupaciones que vendrán a posteriori.