Fragmentos para una historia de la danza afro en Valparaíso

Por José Rojas y Ricardo Amigo

Según hemos podido percibir, los caminos de la danza afro en Valparaíso estuvieron ligados, inicialmente, a las iniciativas particulares de personas que, desde hace aproximadamente 30 años, comenzaron a investigar y profundizar en distintas referencias en torno a este repertorio. En este camino, frecuentemente se fueron retroalimentando con otras personas que tenían las mismas inquietudes.

Es el caso de Susana González, quien puede ser considerada como una de las fundadoras de un campo que hoy abarca a múltiples profesoras, agrupaciones y espacios. Hasta donde sabemos, Susana fue la primera artista local en comenzar sistemáticamente la práctica de la danza afro en talleres y eventos en la región. De la misma manera, es sumamente importante el componente afro que ella aportó al desarrollo del Carnaval de los Mil Tambores en sus comienzos, alrededor del año 2000, convocando a danzantes y músicos/as que se estaban formando en estos repertorios a bailar y tocar en las calles de Valparaíso. Para varias de las personas que entrevistamos para este proyecto, la participación de las comparsas dirigidas por Susana en el gran pasacalle de Mil Tambores por el centro porteño representó un primer punto de contacto con danzas que, habitualmente, en nuestro país tienen escasa presencia en el espacio público.

La formación y experiencia danzaria que entregó y sigue entregando Susana sería gravitante en la conformación de otras instancias que son parte de la historia de las danzas afro en la ciudad de Valparaíso durante los últimos 20 años. De esta forma, las/os gestoras/es de casi todas las agrupaciones que existen o han existido en el puerto durante ese lapso de tiempo tuvieron a Susana como una de sus primeras y principales maestras. Tal es el caso de Ángela Melo, más conocida como “Choti”, gestora junto a su pareja, Gonzalo Reyes, de la agrupación Afroplay, dedicada a cultivar las danzas y músicas del oeste africano. Después de haber iniciado su camino con Susana en Valparaíso, Ángela continuó su formación en Buenos Aires y en Santiago, con el bailarín senegalés Cheikh Gueye y con la bailarina uruguaya radicada en Chile Edel Deleris, respectivamente. Desde 2005, ha realizado talleres y proyectos en la comunidad ecológica “Blowing in the Wind”, en Reñaca, donde actualmente también reside. Hasta 2015, Afroplay participaba también del Carnaval de los Mil Tambores, aunque posteriormente los intereses de la agrupación se fueron movilizando más hacia desarrollos armónicos y melódicos como el estudio de la Kora (la llamada “arpa africana”) y de cantos, así como a la profundización en el diseño de máscaras, todas expresiones centradas en las tradiciones del oeste africano.

Otra agrupación gravitante en la escena de las danzas afro en Valparaíso, y varias de cuyas gestoras iniciaron sus caminos de aprendizaje con Susana González, fue el Centro Cultural Ilú Lafkén, un colectivo que entre los años 2008 y 2014 estimuló la escena dancística y musical de Valparaíso y que se conformó como una comunidad autogestionada que investigaba y presentaba en diversos escenarios de la ciudad de Valparaíso los repertorios musicales y danzarios afrocolombianos, afroperuanos y afrocubanos. Una de las danzantes que aportó al desarrollo coreográfico al interior de esta agrupación es Karla Robles, cuyas primeras experiencias con la danza afro se debieron, precisamente, a Susana y que posteriormente profundizó en el aprendizaje de danzas afroperuanas. Si bien al interior de Ilú Lafkén las danzas se trabajaban en colectivo, era Karla quien estaba más dedicada a la enseñanza de danzas afroperuanas en distintos espacios de la ciudad.

Ilú Lafkén funcionó como un colectivo heterogéneo con muchas y variadas motivaciones artísticas en su interior, uniendo bajo su alero a agrupaciones como La Timbona, La Zumbadera, Kucheza, Rumbatá y Taller Pacífico. A partir de la sinergia entre sus integrantes, el centro cultural logró cristalizar proyectos de largo aliento como las fiestas Incendio Mestizo y diferentes talleres de danza. Es destacable tambien su presentación en el 9° Carnaval Negro de El Carmen durante su gira a Perú, en el año 2012, la que pudieron realizar gracias a la obtención de un Fondo de Cultura de ese año. Estas y otras iniciativas dejaron una profunda impronta no solo en la escena cultural y dancística porteña, sino que también en sus integrantes: en una suerte de diáspora sui generis, después de la disolución del centro cultural, alrededor del año 2014, muchas/os de ellas/os siguieron cultivando las artes de origen afro en distintos territorios. Entre ellas/os cabe destacar a Iris Añasco, también conocida como “China Iris”, quien continúa realizando clases de danzas afroperuanas en Valparaíso, Javiera Valenzuela, conocida como cantante de salsa bajo el seudónimo “La Caimana”, Camila Delgado, quien está radicada en Santiago, o Kati Foxon, quien luego de integrar Ilú Lafkén se fue a vivir por varios años a la ciudad de Arica, para estudiar allí la danza y música afrochilena.

Aparte de esta vertiente que se vincula con las danzas afro desde una lógica más bien artística y cultural, es necesario destacar también el desarrollo de los caminos ligados a la práctica callejera y a los movimientos sociales. En este sentido, otra de las agrupaciones locales que desarrollan la danza y la música afro en la región y que sigue vigente hasta hoy es la Conga Comparsa La Kalle. Su origen está en las movilizaciones estudiantiles del año 2011, cuando confluyeron danzantes de la Escuela de Carnavales de Mil Tambores, que funcionaba en el Centro Cultural Playa Ancha, así como músicos/as de las universidad de Playa Ancha, de Valparaíso y Católica de Valparaíso para salir a protestar por una educación pública, gratuita y de calidad, usando la música y danza afrocubana conocida como “conga comparsa”. Esta primera comparsa fue llamada la “Bandada Movilizada”, y de ella participaron tanto varias/os integrantes de Ilú Lafkén como danzantes que siguieron el camino de las danzas carnavaleras afrolatinoamericanas, como es el caso de Constanza Bustamante, o que han profundizado en las danzas del oeste africano desde una vertiente comunitaria y callejera, como Romina Calderón.

Una vez que las movilizaciones estudiantiles dieron paso a la fase de los acuerdos políticos, quedando la lucha callejera solo como un recuerdo, la “Bandada Movilizada”, que había unido los mundos de los músicos académicos con la danza carnavalera a través de la ejecución callejera de la conga comparsa cubana, se transformó en la Conga Comparsa La Kalle. Fundada oficialmente en febrero del año 2012, la Conga Comparsa La Kalle inició un proceso de autogestión y autoformación independiente del Centro Cultural Playa Ancha, aunque siempre en contacto con este. Rápidamente, la Conga Comparsa La Kalle se hizo visible en el carnaval de los Mil Tambores, mientras el resto del año se destaca como un espacio de desarrollo artístico con un fuerte componente político y comunitario en su discurso y acciones.

En la voz de gestoras y danzantes como Camila Adair y Catalina Muñoz, la Conga Comparsa La Kalle enfoca su interés en las expresiones callejeras ligadas al carnaval, así como también en la protesta callejera artística. Durante el año 2021, en plena pandemia, la comparsa realizó el proyecto “Taller multimedia de conga-comparsa: herramientas para el aprendizaje y desarrollo del lenguaje rítmico desde la experiencia de la Conga Comparsa la Kalle”, consistente, entre otras acciones, de un trabajo audiovisual de acceso público donde en más de una hora se abordan tanto la historia y motivaciones de la comparsa como el detalle de patrones rítmicos en congas, campanas y bombos que componen el género conga comparsa. Puedes ver este trabajo aquí. Tales proyectos evidencian que el componente político de la acción de la comparsa no está solamente en el terreno de lo discursivo, sino que en el acto de compartir los materiales que nutren su práctica, lo que marca una inflexión a las prácticas dancísticas y musicales de raíz afro de décadas anteriores, en un Chile donde la precariedad de la enseñanza autogestionada obligaba muchas veces a danzantes y músicos/as a no compartir públicamente sus materiales en otros espacios o con otras personas que no fueran sus estudiantes.

En el año 2022, algunas/os integrantes del elenco de danzantes y músicos/as de la comparsa se separan para formar una nueva comparsa: Aguaje Costero, agrupación dirigida por el cubano Daniel Brian Montalvo y las porteñas Catalina Sandoval y Constanza Bustamante, quienes deslumbraron por primera vez las calles de la ciudad de Valparaíso en el Carnaval de los Mil Tambores 2022.

La historia de la danza afro de los últimos 10 años en Valparaíso no se agota en los proyectos y agrupaciones nombrados, pues existe un amplio espectro de comparsas callejeras, clases y talleres en donde alguna vertiente de la danza afro está presente. Dentro de las personas que han desarrollado un trabajo de clases sistemático en torno a las danzas de raíz africana, y específicamente a las danzas de orixás afrobrasileras, está Camila Guerrero, quien estudió en Santiago pero reside en Valparaíso desde el año 2017. Allí ha desarrollado el proyecto de investigación y difusión de danzas afrobrasileras “Fuerzas de la Naturaleza”, con el que ha gestionado seminarios con profesoras de danza afro chilenas y del extranjero, tales como Vera Passos. Actualmente también participa de la comparsa Aguaje Costero.

Otra bailarina independiente que hace algunos años está radicada en Valparaíso y da clases de danzas afroperuanas es María Nievas, quien ha participado como profesora e intérprete de variadas instancias y agrupaciones de danzas afroperuanas y, especialmente, de tumbe afroariqueño. Sin duda, las comparsas de tumbe, cuyas trayectorias involucran a danzantes como Claudia Zúñiga, merecen un capítulo aparte, y en el artículo Los caminos del tumbe en Valparaíso y Concepción rastreamos algunas de sus historias.