María Nievas

María se considera una mujer iquiqueña con ascendencia aymara, aunque desde 2016 reside en Valparaíso. Es danzante y profesora de autoformación y desde 2013 ha estudiado con diferentes cultoras/es afrodescendientes, explorando ritmos afrobrasileros, afroperuanos, así como el tumbe afrochileno.

Antes de iniciar su recorrido con las danzas afrolatinoamericanas, María experimentó la danza teatro a través de la formación en teatro que recibió en la escuela y compañía iquiqueña Akana, entre 2011 y 2015. Alrededor de 2012 conoció el festejo afroperuano, y desde 2013 comenzó a estudiarlo con maestras/os afrodescendientes, sobre todo con la maestra afroperuana Eva Loyo, quien dirigía la agrupación de música y danza Bandelé, enfocada en la danza y cultura afroperuana —gesto significativo en un territorio que perteneció al Perú hasta la Guerra del Pacífico, como es el caso de Iquique—. En un viaje a Arica junto a Bandelé, en 2014, aproximadamente, María conoció el tumbe, y desde entonces ha estado ligada a esta danza. Incluso, su primer viaje a Valparaíso fue en 2015 con la comparsa Tumba Carnaval, la que venía al puerto a participar de un pasacalle.

Luego de un breve paso por La Serena, María se instaló en Valparaíso con la intención de aprender y formarse en distintas danzas a las que no podía tener acceso en Iquique, además de aprender de las distintas formas de enseñar y aprender en cada lugar. Por ejemplo, María observa que en Valparaíso “la gente tiene una manera más colectiva igual de trabajar.”

Algún tiempo después de mudarse a vivir a Valparaíso, María invitó a Isa Bravo (Isa Guayabita) a dar un taller en el puerto. Este taller fue el puntapié inicial para la formación de Tumbahía, la primera agrupación de tumbe afroariqueño en Valparaíso, a partir de la necesidad de lxs participantes de ensayar la coreografía que Isa les había enseñado. Desde su formación, a fines de 2017, María participó de Tumbahía por alrededor de un año y luego se retiró de la agrupación para concentrarse en su maternidad. No obstante, María sigue vinculada con el tumbe y, por ejemplo, fue una de las iniciadoras de la Colectiva de Tumberas de la V Región que comenzó a reunirse para las manifestaciones del 8M desde 2020 en adelante. Como cuenta María, en esa ocasión se produjo la “unión con chiquillas de la Conga, de otras comparsas, de otras agrupaciones, que nunca habían bailado tumbe. […] Y fue bien bonito, porque bailar entre mujeres igual es otra energía.”

Actualmente, María participa de las agrupaciones Herencia Tambó y Flores pa’ Yemayá, ambas de menor formato y enfocadas en diversos repertorios afrolatinoamericanos. Además, transmite en distintos espacios las danzas que ha podido aprender. Dentro de estas experiencias pedagógicas, destaca la vinculación que ha logrado construir, a través de la danza afro, con el territorio en el que vive, y especialmente con las mujeres de un sector popular de Valparaíso, en un momento en el que la danza se hacía especialmente necesaria:

“…en plena pandemia, bueno, como igual el artista uno tiene que tratar de sobrevivir en esta tierra, yo comencé a dar talleres en la toma Violeta Parra. De hecho vivo ahí en estos momentos. Y comencé a convocar a las vecinas que sabían que yo bailaba. […] Y ellas igual me motivaron, porque es una necesidad ya, estar tan encerrada en la casa… […] …empecé a convocar en el patio de la casa. Después ya el patio nos quedó chico, así que nos conseguimos la sede del espacio, y la verdad es que las chiquillas llegaban con harta disposición y se iban súper felices, con buenos resultados.”

En el proceso de aprendizaje de María también han sido muy relevantes los vínculos con organizaciones de mujeres afrodescendientes en Valparaíso. A partir de las conversaciones con esas referentes, reflexiona sobre la relevancia de transmitir las danzas de raíz africana con respeto y sin apropiarse de símbolos identitarios y políticos de las luchas afrodescendientes. Como observa María, así ha sucedido muchas veces con los turbantes o las trenzas, que suelen usarse como un atributo estético o de moda, sin tomar consciencia del significado cultural y político que poseen para muchas mujeres afrodescendientes, algo que ella ha ido aprendiendo con el tiempo:

“…por ejemplo antes ocupaba turbante cuando me vestía de tumbera, y las chiquillas afrodescendientes se molestan muchas veces cuando uno, no, tiene como esas apropiaciones de vestimenta, con las trenzas, con los turbantes. Entonces con el tiempo he ido aprendiendo que hay que tener un cuidado también de cómo uno transmite el carnaval, las danzas.”

En la misma línea, María también reflexiona sobre la relevancia de reconocer y visibilizar la lucha del pueblo tribal afrodescendiente chileno en todos los espacios en los que se practican músicas y danzas de raíz afro. Frente a la escasa participación con la que a veces cuentan las convocatorias para apoyar al pueblo tribal afro, María considera que es importante traducir el aprecio por las artes de la diáspora en un apoyo real y consciente, comprometiéndose con la educación antirracista y con los cambios que es necesario empujar para que la sociedad acepte que tanto aymaras como afrodescendientes pertenecen a la nación chilena. Como dice María, todos podemos aportar en esa lucha, y la danza es una herramienta muy poderosa para hacerlo.

Círculo de conversación realizado en Sala Pascal 79, Valparaíso, 16 de enero de 2023