Kati Foxon

Kati es danzante y activista feminista, además de trabajadora social, y está vinculada a la danza afro desde que tiene 20 años, pues fue integrante de una de las agrupaciones más recordadas entre lxs danzantes porteñxs: el centro cultural Ilú Lafkén. En este centro cultural confluyeron varias personas y grupos que en esa época, alrededor de 2010, estaban investigando y difundiendo ritmos afrocubanos, afrocolombianos y afroperuanos en Valparaíso. En particular, se trataba de los grupos Rumbatá, La Zumbadera y Kucheza, cuyos integrantes fundaron Ilú Lafkén y, de esta forma, potenciaron colectivamente las búsquedas individuales que ya existían entre ellxs. Para Kati, esta agrupación “fue una semillita, una chispita súper potente, porque nació la inquietud para muchas personas de seguir conociendo, de seguir investigando.”

Ilú Lafkén estuvo muy activo hasta el año 2015, aproximadamente. Durante este período, la agrupación no solo participaba frecuentemente de espacios en torno al Carnaval Mil Tambores o organizaba grandes fiestas de música afrolatina conocidas como “Incendios Mestizos”, sino que también realizó un viaje colectivo al Carnaval Negro de El Carmen, en 2012. Allí sus integrantes presentaron los distintos repertorios afrolatinoamericanos que cultivaban y, sobre todo, pudieron tejer lazos y redes cruciales para abrir caminos de intercambio en torno a las danzas afroperuanas entre danzantes chilenxs y peruanxs. Tales experiencias marcaron a Kati, y pronto la llevaron a cuestionarse sus propias raíces:

“…en este investigar todo el tiempo lo que es la afrolatinidad, de allí uno también descubre su raíz afrolatina, empieza como ese fueguito que habla la Claudia [Munzenmayer] a moverse adentro, y de repente me acuerdo que, yo vivía en una casa comunitaria acá en Templeman, en el cerro Concepción, y teníamos en la entrada como un diario mural, y el Pipi, que era el que administraba la casa, […] un día pegó una noticia que hablaba sobre los negros del valle de Azapa. Así, era un recorte de un diario. Y yo lo leí, dije ‘Hay que ver esto.’”

Así fue como Kati se fue al valle de Azapa junto a Edie, su pareja en ese tiempo, en busca de su raíz africana. Al final terminó quedándose alrededor de diez años en el valle y en la cercana ciudad de Arica, lo que motivó que al interior de su familia emergieran relatos largamente silenciados:

“Eso también a nivel familiar, personal, abrió muchos relatos, en mi familia. Como de mi afrodescendencia. Que eran temas súper calladitos, pero de repente fue así como, ‘Oh, qué le pasa a la Kati que anda saltando y al tambor todo el día qué hay acá.’ Y ahí la abuela de a poquito se atrevió a contar, que todavía no se atreve a contar mucho, porque ella siente que está rompiendo un secreto familiar. Pero empezó a contar que había una tía morenita que se tapaba su pelito con su turbante, y lo mismo pasó también con mi mamá, me acuerdo que una vez me fue a visitar al valle de Azapa y empezó a soltar la pepa que mi abuelo había nacido en Tacna y que su infancia la vivió en Azapa.”

Durante sus años en Arica, Kati participó de las comparsas Tumba Carnaval, Tumberas Unidas y, posteriormente, Arica Negro, estudió tumbe afrocontemporáneo con Edgar Vargas, y estuvo muy involucrada en el activismo, especialmente en el feminismo antirracista. En 2022 volvió a Valparaíso, y recién ahora, en 2023, después de una larga trayectoria en las danzas afrolatinoamericanas y de más de diez años de bailar tumbe, se está abriendo a la posibilidad de compartir sus aprendizajes en algunos talleres de tumbe en el puerto.Además, participa como bailadora de la comparsa porteña de raíz afrochilena Frente Tumbero, cuyo motor son las luchas sociales.

Aunque su estadía en Arica fue decisiva para ella, Kati reconoce, definitivamente, que su camino se inició en Valparaíso, en el contexto del Carnaval Mil Tambores e Ilú Lafkén, donde también se formaron muchas otras profesoras y danzantes que siguen activas en el ámbito de las danzas afrolatinoamericanas, tales como Karla Robles y China Iris, ambas referentes importantes de las danzas afroperuanas en Valparaíso. De la misma forma, en la época que se inició Ilú Lafkén también se tejieron redes con otros territorios, tanto con Arica, gracias a las visitas de Oro Negro y de Tumba Carnaval al Carnaval Mil Tambores, como también con el Centro Cultural AfricAmérica, de Concepción, o la agrupación Cumbiamé, de Santiago. Estas redes, que también se extienden más allá de las fronteras del país, dan cuenta de un deseo profundo por continuar investigando y practicando danzas de raíz africana, o, como dice Kati, un llamado que moviliza a lxs danzantes:

“Yo me incliné por el lado del tumbe, seguí por allá, me fui a estudiar para allá, llamada por esto. Una compañera ariqueña, afroariqueña… me decía ‘Ay, me carga ese discurso hippie del llamado del tambor.’ Y es verdad, o sea suena súper hippie decir ‘Ay no, a mí me llamó el tambor’. ¿Pero sabes qué? Es real. […] Al final es un sentir. Y todos estamos, que nos llama, estamos porque realmente adentro nuestro hay una africanidad… Eso puede sonar hippie y todo, pero ha movilizado a mucha gente.”

Círculo de conversación realizado en Sala Pascal 79, Valparaíso, 16 de enero de 2023