Susana González
Con más de 25 años de trayectoria, Susana González es, sin duda, una de las principales referentes de las danzas de raíz africana en Valparaíso, y varias de las actuales profesoras de danzas afro en la ciudad han sido sus alumnas. Susana comenzó sus estudios de danza en el afamado Centro de Danza Espiral, estudios que no pudo concluir por motivos de salud, y se ha consolidado como profesora de danzas africanas a partir de su vasta experiencia dando clases en distintos espacios y a grupos diversos.
Susana tuvo su primer contacto con las danzas africanas en un viaje a Italia, a principios de los años 90:
“…conociendo Roma me metí en el mercado de Testaccio y ahí vi a unos africanos, senegaleses tocar arriba de un escenario y fue muy impactante para mí ya que yo nunca había visto eso en Chile, y menos en Valparaíso. Y ahí fue como amor a primera vista. Finalmente terminé bailando con los músicos arriba del escenario.”
En esa oportunidad, Susana conoció a Ado, uno de los músicos de la agrupación senegalesa, quien sería su primer profesor de percusión africana y con cuya pareja, de nacionalidad italiana, también aprendió algunas danzas. Antes de regresar a Chile, Susana le pidió a Ado hacerle un tambor, el que trajo consigo a Valparaíso.
De vuelta en la Quinta Región, Susana formaba parte de un círculo de personas con inquietudes afines que comenzaban a explorar diversos repertorios dancísticos y musicales. Dentro de este grupo estaba Juan Gronemeyer, destacado percusionista oriundo de Quilpué que luego sería parte de bandas como Detucunaatutumba, La Floripondio y Chico Trujillo. Aunque por esos años Juan estaba enfocado principalmente en la exploración de la música hindú, compró el tambor confeccionado por Ado y comenzó a tocar junto a Susana, quien sentía que “cuando bailaba con el tambor y el Juan tocaba, mi ser entero se transportaba a otro lugar.”
Al mismo tiempo que experimentaba y aprendía con Juan y otros compañeros, con quienes se reunía en lugares como el cerro de Quilpué o el Liceo Guillermo Gronemeyer de la misma ciudad, desde mediados de los ‘90 Susana comenzó a viajar regularmente a Santiago para tomar clases en distintos espacios y con distintas profesoras, desde las clases de Verónica Varas en el Centro de Danza Espiral hasta los masivos talleres de danza “afromandingue” que dirigía la bailarina Raga Kaur en el Centro Cultural de Ñuñoa:
“…en un dia tomaba clases con la Vero y el mismo día me iba por allá por Ñuñoa a tomar clases con la Raga Kaur, o sea me iba de extremo a extremo, desde lo más estructurado, lo más académico, hasta la Raga, donde ‘quedaba la escoba’ con el mandingue… me empecé a meter tan intensamente que mi vida era eso, mi vida era solo el aire que respiraba, era la percusión, el cuero del djembe, la tierra, la danza, no había otra cosa.”
En esa época, alrededor de 1999, Susana comenzó a dar clases en la llamada ex-cárcel de Valparaíso, lugar emblemático de la ciudad que en ese tiempo era administrado de forma autogestionada por colectivos y agrupaciones ciudadanas y artísticas, y que actualmente se encuentra reconvertido en el “Parque Cultural de Valparaíso”. En el mismo lugar se comenzaba a gestar también el Carnaval de los Mil Tambores, para cuyo pasacalle por el centro de Valparaíso Susana convocaba a músicos/as y bailarinas/es a conformar un gran bloque de danza y música africana, impulsados/as por “las ganas de bailar en medio de las calles”:
“…me acordaba mucho de la frase de Allende que decía ‘Se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre’. Ese era mi lema, libertad, y sigue siendo hasta el día de hoy el concepto, la palabra con la que mi vida se volvió pasión y amor por la cultura y por la danza africana…”
Posteriormente, Susana también gestionó algunas de las primeras visitas a Valparaíso de referentes como Edel Deleris, Claudia Münzenmayer, Rosa Vargas y Evens Clercema, siempre a pulso y sin contar con financiamiento alguno. En paralelo, continuaba dando clases en espacios como DanzalBorde o en la sede porteña de la corporación cultural Balmaceda Arte Joven. Fue en tales espacios que tuvo alumnas como Ángela “Choti” Melo, actual integrante del grupo Afroplay, “Chany” Álvarez, Karla Robles o Romina Calderón, cada una de las cuales ha seguido profundizando por distintos derroteros los caminos abiertos por Susana.
“Siempre he sentido que más que enseñar coreografías, mi labor ha sido abrir, mi labor ha sido incentivar, mi labor ha sido despertar el ritmo interior, la danza y la posibilidad de que las personas puedan conectarse con su tierra, con su cuerpo a través del ritmo.”
Actualmente, y luego de dedicarse a tareas gremiales como presidenta del Sindicato de Danza de Valparaíso durante dos años, Susana está radicada en Quilpué, donde ha explorado también el ámbito de la biodanza, y se ha abocado a un especial desafío: dar clases a mujeres mayores, muchas de las cuales no tienen experiencia previa en las danzas afro. No obstante, para Susana es en tales instancias que se hace especialmente evidente el carácter comunitario e inclusivo que le da sentido a las estéticas musicales y danzarias de raíz africana:
“A mí me gusta la inclusividad, me gusta porque le da sentido, le da vida a lo que uno hace, más allá de que técnicamente lo puedas hacer maravilloso… Eso es lo que yo siento que te da el sentido de la cultura africana, que aquí no hay una bailarina, un bailarín, aquí son todos. Cuando toca el músico todos pueden salir y cada uno tiene su danza y cada uno tiene su forma de conectarse con el tambor, y cada una es bella.”
Entrevista realizada de manera virtual, 14 de noviembre de 2022