Sofía Wilson

Sofía Wilson, nacida y criada en Concepción, es profesora diferencial, instructora de Pilates y danzante de Candombe. Desde el año 2007, aproximadamente, su camino personal y profesional ha estado ligado a la danza, y en particular a las danzas de raíz afrolatinoamericana.

Sus primeros acercamientos con las danzas y músicas de origen africano ocurrieron en 2007, en sus tiempos de estudiante en la Universidad Católica de Concepción, donde Francisco “Panchote” Bascur realizaba un taller de músicas afrolatinoamericanas y africanas. Este taller proponía un recorrido por las musicalidades afrolatinoamericanas e investigar colaborativamente en torno a sus danzas. A través de su participación en ese espacio, nació un nexo muy cercano con Francisco y su compañera Claudia Aravena.

Como recuerda Sofía, por esos años Claudia y Francisco tenían la inquietud de formar un espacio de investigación y práctica de las músicas y danzas afrolatinoamericanas, y del taller surgió un grupo de personas que compartían ese deseo. De esta forma, en 2008 nació el Centro Cultural AfricAmerica, del cual Sofía participó desde el inicio, y que gracias a la autogestión de sus integrantes llegó a contar con una casa que durante varios años albergó sus actividades. Allí se desarrollaban talleres dictados por las/os propias/os integrantes del Centro Cultural, muchas/os de las/os cuales se fueron formando a través de viajes de estudio personales a Perú, Colombia o Uruguay, los que luego alimentaban los saberes colectivos.

En esa época, las/os integrantes de AfricAmérica también tuvieron la oportunidad de viajar juntas/os a Uruguay a estudiar y presenciar las llamadas de Candombe, y en ese contexto se propusieron desarrollar procesos creativos para la construcción de un montaje escénico que reuniera los distintos repertorios que habían estudiado. El resultado se llamó “Ensamble AfricAmérica”, una propuesta con la que realizaron presentaciones en distintos espacios, generando recursos para el sustento del Centro Cultural.

Sofía valora el impacto que ha tenido el centro cultural  Africamérica, tanto en su trayectoria personal con la danza afro, como en la cultura local en términos más amplios, ya que al momento de surgir había pocos espacios dedicados al estudio y circulación de la cultura afrolatinoamericana. De este Centro Cultural también surgió el Festival África en América, que entre sus muchos aciertos cuenta con el de colaborar a dar mayor visibilidad al trabajo de la agrupación candombera Barrio Sur, la cual ya llevaba más de una década abriendo un camino de estudio y práctica de la danza y música afro en Concepción.

Africamerica se articuló colaborativamente con Barrio Sur y el festival se convirtió en un pilar fundamental para el desarrollo de la cultura afro local, que pronto viviría un verdadero auge. Como recuerda Sofía, “fue una confluencia de personas y de deseos que se unieron y que ha dado muchísimos frutos, el camino se abrió como una hermosa flor.”

Sofía reconoce a Claudia Aravena como pilar fundamental en las gestiones de todas las actividades y proyectos que se generaron en esa época: “Ella era quien sostenía, desde su intuición y compromiso toda esta primera etapa de construcción y proyección del Centro Cultural Africamérica, donde se gestó este camino”. Cuando Claudia y Francisco se fueron a vivir a otra ciudad, y luego del terremoto de 2010, se hizo difícil sostener el arriendo de la casa en la que funcionaba Africamérica y se vieron en la necesidad de dejarla. Así es que el centro cultural se traslada y comienza a funcionar en las instalaciones de Balmaceda Arte Joven. Por estos años decidieron como agrupación dirigir todos sus esfuerzos a alimentar sus repertorios danzarios y gestionar la adquisición de instrumentos y vestuarios que les permitieran levantar su salidas artísticas y pasacalles.

Esta fue una segunda etapa en la vida del centro cultural Africamerica, donde hubo un recambio de integrantes. Aunque durante varios años Sofía fue parte del equipo de coordinación y gestión cultural del Centro Cultural, hace aproximadamente cinco años dejó este rol para dar paso a una nueva generación gestora, volviéndose a dedicar de lleno a bailar y a profundizar en la investigación del candombe.

En términos de su trayectoria personal con la danza afrouruguaya, Sofía reconoce como su primera maestra a Carla Concha, bailarina de Barrio Sur y, junto a Carolina Olivari, una de las principales bailarinas de esta agrupación. Fue en los talleres que Carla dio en AfricAmérica donde Sofía se inició en este aprendizaje. Posteriormente, tuvo la posibilidad de viajar con ella a Uruguay a profundizar sus saberes. Cabe recordar que, por esos años, se comenzaban a masificar plataformas como YouTube, que servían como lugares importantes de aprendizaje, pero fue sobre todo en los viajes donde pudo profundizar conocimientos.

Aparte de Carla Concha, en Concepción Sofía también se formó a través de talleres con maestras como Claudia Munzenmayer y Edel Deleris, además de Marcos Burdiles, uno de los fundadores de Barrio Sur. Sofía comenta que estos aprendizajes fueron colectivos, ya que en esos tiempos toda la agrupación estudiaba en conjunto los distintos repertorios musicales y danzarios, sin perjuicio de que cada una/o eligiera los repertorios en los que deseaba profundizar, tal como ella eligió profundizar en el estudio del candombe.

En Uruguay, su principal maestra y referente es Florencia Gularte, vedette de la comparsa Integración, donde Sofía ha desfilado en varias ocasiones. Sofía recuerda que Florencia fue la primera maestra uruguaya que les dio clases y “corrigió” lo que practicaban hasta ese momento junto a las/los danzantes de AfricAmérica. Después de las/os referentes mencionadas/os vinieron muchas/os maestras/os más, pero estas fueron las personas principales que, según dice Sofía, “me abrieron el camino” a una expresión que tiene un trasfondo mucho más importante de lo que ella se había imaginado al participar del primer taller con Claudia y Francisco:

“Yo principalmente entré al taller en busca de una actividad complementaria a mis estudios, pero me encontré con toda una historia que hasta ese momento no conocía y que me hizo mucho sentido.”

Como cuenta Sofía, hasta ese momento nunca se había identificado con las danzas folclóricas que había bailado, en contexto escolar, por ejemplo. En cambio, al comenzar a practicar las danzas afro comenzó a sentir libertad y placer, sintiéndose identificada y conectada, a través del movimiento, con una raíz que se expresaba en su propio cuerpo al bailar. Junto con el conocimiento sobre la historia de dolor, resistencia y afirmación de identidad que había detrás de estas danzas, esto le permitió comenzar a construir su propia relación vital y afectiva con esa ancestralidad:

“Entiendo que en Concepción, al sur del mundo, es super difícil decir me siento candombera, o me siento afroperuana, o también uno lo dice con mucho cuidado, porque tampoco quieres apropiarte de una cultura que no te pertenece. Pero hay un vínculo, que yo siento que pertenece a la cultura viva, que no solo resiste en el tiempo, sino que atraviesa el tiempo, entonces te llega… Te llegan esas historias de la esclavitud y la resistencia de personas que fueron generando toda esta cultura detrás de toda una historia de sufrimiento. Entonces eso va cobrando mucho sentido y para mí va generando mi propia ancestralidad, de acuerdo a mi propia historia y a lo que yo voy experimentando a través de las danzas…”

En esa línea, para Sofía también fue muy importante comenzar a aproximarse al toque de los tambores. De esta forma, no solo se acercó a un ámbito que antes era principalmente masculino y que solo de a poco ha comenzado a abrirse a las danzantes, sino que también pudo profundizar en la conexión corporal con una ancestralidad que se encontraba dentro de ella misma. Son estas experiencias las que la han impulsado a sostener un camino de aprendizaje y autogestión que busca hacer partícipes a muchas más personas de lo que entregan las danzas y músicas afro:

“La ancestralidad y la posibilidad de conocer culturas que van entregando un mensaje super potente a nivel de resistencia, que se conecta con tu emocionalidad, tu historia, con un montón de vivencias que gracias a estos encuentros, después vas entendiendo, vas procesando. Esto de la mano del conocimiento del cuerpo y el placer que provoca estudiar corporalmente un ritmo afrolatino, africano, ver estos movimientos que me hacen parecer un ave o un animal, me hace conectar con una destreza física, y desde ahí es todo un mundo. Yo por eso persisto y me parece importante hacer el nexo con la cultura afro, en este caso del candombe… Me parece que está bueno poder hacer ese enlace, poder decir ‘Miren yo conozco esta danza y la practico y si quieren pueden venir a la comparsa y conocer, estudiar, viajar, conocer a los maestros y saber de la historia’.”

A lo largo de su trayectoria en y con las danzas afro, Sofía también ha observado las transformaciones que ha atravesado la escena de estas danzas en Concepción, y de qué manera ellas mismas también han contribuido a transformar el territorio. Además del auge en las instancias de formación y transmisión o de una presencia callejera que no existía cuando ella se inició en estas prácticas, para Sofía es notoria la forma como ha cambiado la forma en que las personas en la calle se relacionan con las danzas afro: mientras antes “había mucho prejuicio hacia los movimientos de la danza afro, hacia la música tan potente”, ahora las personas siguen a las comparsas y se relacionan con ellas desde el cuerpo y la emoción.

En una línea parecida, Sofía también comenta que hubo una fuerte vinculación entre las prácticas danzarias de raíz afro y los acontecimientos y movilizaciones sociales vividos en estos años. Muchas agrupaciones de danzas afro participaron de las asambleas y marchas que se realizaron en Concepción durante la revuelta de 2019, permitiendo que más personas conocieran estas expresiones. Esto permitió que “hoy día la recepción sea mucho más cercana, más sincera, más empática”, en un contexto, en general, en el que hay mucha mayor libertad para vivir y vibrar con las danzas, comenzando por niños y niñas que “tienen hoy la posibilidad de vivir esto con una soltura y autenticidad que hace diez años atrás no existía”.

Mirando el recorrido desde el 2007 a la actualidad, Sofia aprecia también las transformaciones que se han vivido en cuanto a las relaciones de género al interior de las agrupaciones danzantes, la apertura hacia las diversidades corporales y las repercusiones del movimiento feminista. Recuerda que, en sus inicios, en manifestaciones de raíz afro como las batucadas había cierta reticencia a que las mujeres, bailarinas, quisieran iniciarse en el toque de los tambores. Por el contrario, sentía que las mujeres eran relegadas únicamente a la danza, a mover las caderas y expresar sensualidad, lo que develaba el carácter machista de algunas de estas agrupaciones, al menos desde los tamboreros, que no estaban abiertos a compartir el saber de los toques o prejuzgaban que a las danzantes les sería más complejo desarrollar habilidades musicales y sostener el toque en una pasada:

“Hasta que comenzó el movimiento feminista a tomar mucho mas fuerza, entonces los hombres que estaban en esa actitud comenzaron a ser escrachados, a ocultarse…”

Para Sofía, el que muchas mujeres comenzaran a aprender a tocar –entre ellas ella misma– es reflejo de un cambio cultural que permite “evidenciar que si bien somos todas, todos diferentes, necesitamos tener las mismas oportunidades”. Al mismo tiempo, la presencia de mujeres en la percusión de raíz africana puede ser un símbolo muy potente de resistencia, como muestra el impacto que ha generado la participación de una cuerda de tambores compuesta solo por mujeres en marchas del 8M. Ahora bien, a pesar de reconocer la importancia de las reivindicaciones a cuyo servicio se ha puesto el tambor o la danza afro, para Sofía hay un saber aún más importante sobre las relaciones de género que se aloja en la práctica misma y en su relación con la ancestralidad:

“Se trata de una cuestión de equilibrios, no de copar todos los espacios, sino que todas, todos podamos tener las mismas posibilidades… Yo creo que el tema de género está en disolver los estereotipos, asumir que somos todos y todas capaces de explorar y conocer lo que la ancestralidad nos entrega, y la ancestralidad no tiene género, no tiene preferencias y tampoco tiene sesgos.”

Entrevista realizada de manera virtual, 26 de enero de 2023